domingo, 15 de junio de 2014

Los 10 mandamientos de una esposa cristiana

Los 10 mandamientos de una esposa cristiana

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I. Ama a tu esposo, pero no lo ames mas que a Dios
Nadie debe ocupar el lugar de Dios en tu vida. Tu primera devoción y tu primer amor deben ser ofrecidos únicamente al Señor. Cuídate de no hacer de tu esposo un ídolo, al que le dedicas lo mejor de ti. Recuerda que Dios es un Dios celoso (Exodo 20:4-5).

II. Te someterás a tu esposo
El llamado que Pablo le hizo a las casadas, era de sujetarse a sus maridos. El decía “las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:22-23). La mujer está llamada a someterse a su esposo como una muestra de reverencia a Dios. El te pide que lo respetes, aun cuando pienses que esta equivocado, en los desacuerdos y aun si tu esposo no es creyente. En este sentido es vital apoyar y respetar las decisiones del esposo.

III. Orarás por tu esposo y por tu familia
El rol de la mujer dentro del matrimonio es ser ayuda idónea para su esposo (Génesis 2318). Y esta función tiene su cumplimiento en gran medida, a través de la ayuda espiritual. Mediante la intercesión, la mujer cubre a su esposo con protección y bendición del cielo, incluso si el esposo no es creyente. Hay mucho poder cuando una mujer ora por su marido y por su familia.

IV. Serás prudente para hablar
Tienes que ser sabia con las cosas que declaras, sobre todo cuando te diriges a tu esposo. Aun en los momentos de crisis y diferencias debes medir tus palabras para edificar y no para destruir. Debes siempre conservar la calma recordando que la “blanda respuesta quita la ira”(Proverbios 15:1)

V. Te vestirás decorosamente
Como dama de la casa, debes vestirte con pudor. Tu apariencia siempre debe ser honrosa y no provocativa. No usarás escotes y ni ropa pegada al cuerpo, porque tu virtud y belleza vienen de tu carácter interior y no de tus vestidos ni ornamentos. Esto fue lo que enseñaba el apóstol Pablo cuando decía: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad (1 Timoteo 2:9-10).

VI. No engañarás a tu esposo
Serás fiel a tu esposo en tu corazón y en tus pensamientos. Tendrás solo ojos para tu esposo honrando el pacto que hiciste delante de Dios. Fidelidad a tu marido y a tu familia, también es fidelidad a Dios.

VII. Ayudarás económicamente
Tu aporte en la economía será importante, porque la esposa también es responsable de la administración de las finanzas. Trata de ahorrar, no malgastar, usar bien el dinero y procura contribuir con la estabilidad financiera de tu familia.

VIII. Reconocerás su autoridad
Es necesario que reconozcas la autoridad de tu marido sobre todo delante de otras personas y delante de los hijos (en caso de que los tengan). Es un error exponer los defectos, las faltas y las debilidades del esposo delante de otras personas. Es importante para la estima del hombre que sus virtudes y sus aciertos sean reconocidas, especialmente departe de su esposa.

IX. Atiende a tu esposo
La esposa debe esforzarse por atender a su marido dentro del hogar. Dependiendo de tus habilidades y de los gustos de tu esposo, debes demostrar el amor mediante los detalles. En este sentido, si trabajas fuera de la casa, quizás no dispongas de mucho tiempo, sin embargo debes aprovechar las pequeñas oportunidades para atenderlo (Ejemplo: cocinar su comida favorita).

X. Modela a Cristo
Como creyente debes exhibir el carácter de Cristo aun delante de tu esposo. En tu trato con el, cuando estas bajo presión y mas aun cuando tu esposo necesita de tu apoyo. Para el efecto, pídele a Dios su gracia, sabiduría y fortaleza. Esto es de mayor importancia si tu esposo no es creyente, pues así lo enseñaba el apóstol cuando decía: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa”(1 Pedro 3:1-2)

viernes, 11 de enero de 2013

Obediencia al marido: ¿esclavitud o libertad?

Obediencia al marido: ¿esclavitud o libertad?

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Efesios 5:22 dice: "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo" (RVR60).

Este pasaje es uno de los que citan tanto hombres como mujeres para enseñar que las esposas cristianas tienen que obedecer a sus esposos como si fueran niñas que le deben obediencia a su padre. Pero ¿es eso lo que dicen las Escrituras? Parecería decirle eso a quienes, a pesar de haber estudiado la Biblia durante años, no conocen lo que significan en las Escrituras las palabras "obedecer", "someterse" y "estar sujetos". No significan lo que nos dice un diccionario común. Las Escrituras parecen decirle lo mismo a los hombres que desean dominar y controlar a las mujeres en todas las áreas de la vida, y también a esas mujeres que piensan que llevan una vida de honor y humildad al obedecer a sus esposos en todo. Ninguna de estas cosas puede agradar a Dios porque están en desacuerdo con su Palabra, que no se presta a confusión alguna respecto de este tema. Hay una falla muy obvia y grave cuando se le asigna literalmente el rol de la iglesia a la esposa, y literalmente el rol de Cristo al esposo. Porque aunque se podría asignar el rol de iglesia a la esposa, forzando un tanto las cosas, no hay forma de asignarle al esposo el rol de Cristo, según las Escrituras. ¿Por qué? Porque aunque la esposa puede obedecer al marido en sentido literal, como la verdadera iglesia obedece a Cristo en sentido literal, es imposible que el esposo, nacido en pecado al igual que la esposa, sea literalmente el salvador del cuerpo de la mujer. Cristo es, literalmente, el Salvador de su cuerpo, la iglesia y es por eso que le debemos verdadera y literal obediencia a Él. Ningun hombre es el salvador de ningún otro, y por eso no hay hombre que pueda ser cabeza de otro ser humano como Cristo lo es de la iglesia. Del mismo modo, no hay hombre o ser humano que merezca la obediencia que merece Cristo. La interpretación tampoco puede ser literal en el caso de la esposa al tiempo de ser simbólica para el esposo.

El apóstol Pablo incluso aclara que la comparación entre la iglesia y Cristo no puede repetirse o duplicarse, entre el esposo y la esposa. Solo puede reproducirse como "sombra". Explica en lenguaje muy simple, que la relación entre el esposo y la esposa es un "misterio" y que lo mejor que puede hacer un matrimonio para reproducir como "sombra" la relación de matrimonio espiritual entre Cristo y su iglesia, es que el esposo ame a su esposa y que la esposa respete con reverencia a su esposo. En Efesios 5:31-33 Pablo escribió: "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido" (RVR60)

¿Desde cuándo se traduce la palabra "respeto" como obediencia? Muchos hijos adultos respetan a sus padres, pero no siempre les obedecen. Muchos ciudadanos respetan a los agentes de la ley pero su respeto no equivale a obediencia automática a la ley en todo momento. El respeto por alguien lleva a la conducta respetuosa al interactuar con esta persona, al hablar de esa persona esté presente o no, pero no obliga a la obediencia. Uno puede negarse a obedecer y aún así respetar. ¿No es esto lo que hicieron los tres muchachos hebreos cuando se negaron a obedecer la ley del rey que les habría hecho pecar contra Dios? Respetaron al rey, y le trataban con honor. Pero se mantuvieron firmes en su negativa a la obediencia.

Daniel 3:17-18 registra sus palabras: " He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado" (RVR60).

1 Pedro 3:6 dice: "como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor" (RVR60). Una vez más las Escrituras nos demuestran que la obediencia de la esposa al esposo es respeto. Es decir que Sara obedecía (honraba) a Abraham incluso en la forma en que se dirigía a él, llamándole "señor". Cualquier Biblia amplificada o con paráfrasis, y cualquien comentario decente de los textos bíblicos, confirman que la perfecta "obediencia" de Sara a Abraham era su respeto hacia él, al punto de llamarle "señor". ¿Si uno llama "señor" a alguien está obedeciéndole? Si fuera así, ¿por qué dijo Jesús en Mateo 7:21"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos"? (RVR60).

No manda la Palabra de Dios a que la gente obedezca las leyes de su tierra? Sí, así es. Pero cuando dicha obediencia impide obedecer a Cristo, se comete pecado. Por eso, cuando el apóstol Pedro y sus compañeros tenían prohibido predicar a Cristo por causa de la ley, Pedro respondió: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hechos 5:29 - RVR60).

Así como no podemos obedecer las leyes que nos hagan pecar contra Dios, el marido que hace que su esposa peque contra el Señor tampoco merece obediencia. El sentido común evitará tales pecados pero aún si el sentido común parece no actuar, la esposa cristiana tiene la Biblia, que le enseña claramente del peligro de obedecer a su esposo cuando él desobedece a Dios. No hay excusa, sencillamente, para actitudes y mentalidades antibíblicas, que no son ni honorables, ni humildes, ni positivas ni útiles para Dios.

Estad sujetas a vuestros maridos

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1 Pedro 3:1 enseña: "Esposas, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas" (RVR60).

Estar sujeto a alguien es estar bajo su poder y autoridad. Nuevamente, se ha repetido varias veces en las Escrituras que sencillamente por estar sujetos a alguien, no siempre se podrá obedecer, pero que hay que honrar y respetar a los "superiores". Así fue con los tres muchachos hebreos, con el apóstol Pedro y también en numerosos ejemplos en la Biblia, que son tantos que cansarían al lector si quisiera conocerlos en su totalidad. Cuando Dios hizo a las personas sujetas al poder de otras, estableció algo así como un sistema político, un gobierno para contrarrestar la voluntad de Satanás, de instituir la anarquía.

Jesús se refiere varias veces al cielo como reino. Un reino es un gobierno. Todo gobierno tiene orden, reglas, rangos de autoridades, recompensas y castigos por la desobediencia a las leyes y por faltarle el respeto a alguien en posición de autoridad, aún cuando la autoridad no haga lo bueno. El esposo cristiano, por muy dedicado que sea a Cristo, no es cristo. No es el Dios de su esposa. No murió por sus pecados y no intercede por ella cuando ora al Padre. No es su salvador. No siempre tendrá la respuesta correcta a los problemas. No es el sacerdote de la casa por medio de quien Dios le habla a la esposa como si ella no tuviera relación propia con el Señor. Por eso, habrá momentos en que obedecer al esposo implicará desobediencia a Cristo, el eterno Esposo. Negarse a obedecer al esposo puede ser crucial a veces, pero la esposa cristiana ha de respetar, honrar y ser reverente con su esposo en todo momento. Esto es lo que dice la Palabra de Dios.

viernes, 4 de enero de 2013

Cristianas Evangelicas Consejos para el matrimonio feliz

Cristianas Evangelicas Consejos para el matrimonio feliz

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Durante la vida matrimonial existen momentos inolvidables, y si nos esforzamos por hacer feliz al ser que hemos elegido como compañero(a) seguro vendrán más momentos hermosos en nuestra relación de esposos. Los siguientes puntos me parecen buenos consejos que podemos llevar a la práctica.

1.- Tiempo de oro.
Dedícale tiempo al otro pero no confundas la calidad con la cantidad.

2.- Salidas frecuentes.
Sal con tu cónyuge con alguna frecuencia. No te limites a "sacar" a tu mujer de casa, preocúpate de "salir con ella" a algo que le agrade.

3.- Oír y escuchar.
Cuando él-ella te hable, no te limites a oír, deja de trabajar, o deja el periódico a un lado, mírale a los ojos. Él o ella se enterará de que te escucha.

4.-Como novios.
Mantén viva la ilusión del primer día de noviazgo. Conquístale a diario. Preocúpate de tu arreglo personal.

5.-Buenos recuerdos.
Recuerda con frecuencia los momentos felices compartidos por los dos.

6.- Sueños de enamorados.
Sueña como los enamorados pero ten los pies en tierra como los esposos.

7.- De cara al futuro.
Haz planes de futuro que te ayuden a mejorar el presente.

8.-"No hay otro como tú"
Hazte sentir al otro como necesario en la relación conyugal. Busca su compañía.

9.-La importancia de las celebraciones.
Recuerda las fechas importantes. Si las celebráis juntos, ¡mejor!

10.- "¡Ayúdame!"
Pide a tu cónyuge soluciones prácticas para tus problemas: puede ayudarte mucho y además servirá para uniros.

11.-Siempre alabanzas.
No le critiques ante las amistades, menos aún cuando no esté presente.

12.-"Es una sorpresa"
Sorpréndela con pequeños detalles inesperados: un regalo, una cena especial, una noticia agradable, unas flores, el vestido que le gusta.

13.-"Venía pensando en ti"
Búscale a él o a ella al llegar a casa. Le encantará saber que vienes pensando en él.

14.-Un beso al despedirse
No olvides despedirte antes de salir. Un beso todos los días es una práctica muy recomendable.

15.- Con la verdad por delante.
Sé siempre sincero pero no lo manifiestes de forma desagradable.

16.- "Quiero estar contigo"
Prefiere a tu cónyuge antes que a las amistades, demuéstraselo a menudo

jueves, 3 de enero de 2013

¿Qué es el matrimonio?

¿Qué es el matrimonio?

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El matrimonio es un estilo de vida, una celebración a la vida. La boda termina, pero el matrimonio progresa hasta que alguno de los cónyuges muere. El fin de la boda marca el comienzo de la relación matrimonial, la cual es un llamado a la intimidad. Intimidad es una identidad compartida, una relación de “nosotros”. Lo opuesto es un matrimonio en el cual los individuos se llaman casados solteros, en el cual cada uno sigue su propio camino.
En la intimidad compartida debe existir un nivel de sinceridad que haga que cada uno sea vulnerable al otro. La intimidad física también involucra la unión de las emociones tanto como de los cuerpos. Las emociones le dan color a la vida. Muchas parejas se pierden la intimidad emocional porque uno de ellos o los dos no realizan un esfuerzo consciente para desarrollar la intimidad bajando barreras y derribando paredes.
Aun cuando las barreras no sean un problema, las emociones de un hombre y de una mujer pueden encontrase a diferentes niveles de intensidades. La prioridad de una mujer puede ser la intimidad física. Cuando una pareja aprende a compartir el nivel emocional y puede entender y experimentar los sentimientos de cada uno, se encuentran bien encaminados hacia la verdadera intimidad.
Cuando una pareja aprende a compartir el nivel emocional y puede entender y experimentar los sentimientos de cada uno, se encuentran bien encaminados hacia la verdadera intimidad.
La intimidad sugiere una relación personal muy fuerte, una cercanía emocional especial que incluye comprender a alguien que es muy especial y que esa persona lo comprenda a uno. La intimidad también se ha definido como un “lazo afectivo, cuyas hebras se componen de la preocupación mutua, la responsabilidad, la confianza, la comunicación abierta de sentimiento y sensaciones, como así también del intercambio sin defensas de emociones significativas”. Intimidad significa arriesgarse a estar cerca de alguien y permitirle que entre dentro de sus límites personales.
La intimidad requiere vulnerabilidad, pero también requiere seguridad. La apertura puede producirnos temor, pero la aceptación que cada uno ofrece en medio de la vulnerabilidad proporciona un maravilloso sentido de seguridad. Las parejas que gozan de intimidad se pueden sentir seguras; tal vez, expuestas, pero a la vez completamente aceptadas.
Muchas veces se supone que la intimidad se produce automáticamente entre dos personas casadas, pero he visto muchos que están casados y son “desconocidos”. He hablado con muchos esposos y esposas que se sienten aislados el uno del otro y solitarios, incluso luego de muchos años de matrimonio. He escuchado declaraciones tales como: “Compartimos la misma casa, la misma mesa, y la misma cama, pero bien pudiéramos ser desconocidos” “Hemos vivido juntos durante 23 años y todavía no conozco a mi cónyuge mejor que cuando nos casamos”. “Lo que me duele es que podamos pasar un fin de semana juntos, y sin embargo, me sigo sintiendo sola. Pienso que me he casado con alguien que hubiera preferido ser un ermitaño en algunos aspectos”.
La intimidad no es automática. La comunicación es el vehículo para crearla y mantenerla, y es el medio por el cual conocemos a otra persona.
El matrimonio es servicio
El matrimonio es un llamado al servicio. Este concepto no es muy popular y no se encuentra en lo alto de la lista de prioridades de la mayoría de los matrimonios. Nos gusta mucho más que nos sirvan que servir. Jesús voluntariamente se sometió a convertirse en un sirviente. Pensó en nuestros intereses más que en los suyos. De la misma manera, el apóstol Pablo nos dice: Someteos unos a otros en el temor de Dios (Efesios 5:21). Un esposo amoroso considerará a su esposa como una compañera completamente igual en todo lo que concierne a su vida juntos. Se asegurará de que su dirección mantenga inviolable esta igualdad entre ambas partes. Ella debe ser su igual en las áreas de contribución, es decir, en la toma de decisiones, en la resolución de conflictos, en la planificación del desarrollo de la familia y en el manejo diario de la vida familiar. Ya sea que se trate de las finanzas, de la disciplina de los hijos o de la vida social, sea lo que sea, ella se encuentra en una condición de igualdad.
En la relación esposo-esposa, ser un sirviente es un acto de amor, un regalo que se le da a la otra persona. No es algo que se demanda. Es una demostración de fuerza, no de debilidad. Es una acción positiva escogida para mostrar el amor que sienten el uno para el otro.
Entonces servir, significa alegrar la vida de otra persona. Usted es el encargado de alentar a su cónyuge; su aliento puede aumentar los sentimientos de autoestima de su cónyuge, aumentando su capacidad para amar y dar a cambio.
El matrimonio es un regalo
¿Qué piensa si le digo que usted puede ser el mejor regalo que su cónyuge jamás haya recibido y que su cónyuge puede ser el mejor regalo que usted jamás haya recibido? Un regalo es un artículo que se selecciona con cuidado y consideración. Su propósito es proporcionarle deleite y satisfacción a la otra persona; es la expresión de un sentimiento profundo por parte del que lo da. Piense con cuánto cuidado y esfuerzo selecciona un regalo. Se pregunta qué será lo que le gusta verdaderamente al receptor, qué le proporcionará deleite, felicidad o alegría. Desea darle algo que le muestre a la otra persona al alcance de lo que siente por ella y cuánto significa para usted

El matrimonio fue creado por Dios

El matrimonio fue creado por Dios

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El matrimonio fue inventado por Dios como la expresión máxima de la relación entre un hombre y una mujer, pero para que la relación matrimonial pueda funcionar correctamente es necesario entender el diseño de Dios al dar funciones específicas y diferentes al hombre y la mujer.
La definición bíblica del matrimonio es la siguiente: la unión diseñada por Dios entre un hombre y una mujer, independientes el uno del otro, que deberán convertirse en uno, en alma y cuerpo.
Dos seres humanos con aspiraciones diferentes, problemas diferentes, prioridades diferentes. Sin embargo deberán convertirse en una sola carne, lo cual requiere humildad.
Dios estableció el rol del hombre en el matrimonio; liderazgo con humildad, no tiranía. El rol de la mujer: receptividad y sensibilidad, nunca arrogancia.
Cuando la mujer se convierte en arrogante, se hace responsable de la maldición que se encuentra en Génesis 3:16 “tu deseo será para tu marido”. Esta maldición no se refiere a sexualidad sino al deseo de la mujer de tener autoridad sobre el esposo.
Para poder ablandar dos almas y conjugarlas en una sola, de acuerdo con el propósito divino, se necesita poseer los dotes de humildad, sensibilidad, gentileza y madurez espiritual. Lo espiritual es el factor más importante en esta conjugación de almas, razón por la cual se hace necesario tener similitud de fe y pensamiento a fin de que puedan convertirse en uno, espiritual y físicamente.
¿Cómo podemos poseer estos dotes? Para ello necesitamos tener una relación espiritual con Dios, ya que no se puede poseer humildad, sensibilidad, prioridades correctas y gentileza sin tener una vida espiritual. Es el crecimiento espiritual el que produce esos dones necesarios para la buena relación matrimonial. Es por ello que la similitud de fe y la similitud espiritual son de mayor importancia.
Esta es la razón por la cual un creyente en Cristo Jesús nunca deberá casarse con una persona que no tiene su misma fe, porque lo espiritual es lo más esencial. Tampoco podrán casarse si tienen intereses diferentes en cuanto al crecer en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. En ambos casos, los principios, normas y mandatos establecidos por Dios no tienen valor alguno, y por lo tanto no son creídos ni aplicados en los aspectos de la vida diaria.
El primer matrimonio del mundo fue el de Adán y Eva. Al celebrar el matrimonio de ellos, Dios estableció precedente, estableció la estructura organizacional y fronteras, no sólo para el matrimonio que vivía en un ambiente perfecto en el jardín del Edén sino para todos los matrimonios del mundo. Esta es la razón por la cual en la Palabra de Dios, Santa Biblia, se ha registrado todo lo que sucedió en este primer matrimonio en los tres primeros capítulos del libro de Génesis.
En la relación matrimonial entre un hombre y una mujer, la autoridad se le ha dado al hombre y la subordinación a la mujer. Pero este término ha sido abusado por el hombre. Esto no significa machismo, ultrajes, abusos a la mujer, etc. Esto significa amar, cuidar, proveer, atender, acompañar, intimidad, placer sexual, gentileza, protección.
Para que esto pueda funcionar ambos deben tener madurez espiritual, primordial fe en el Señor Jesucristo.
Madurez espiritual es fe absoluta en la Palabra de Dios, cumplimiento de los mandatos, valores y principios de Dios y el conocimiento y aplicación de los absolutos contenidos en la Palabra de Dios a la vida diaria.
En el matrimonio, una relación exclusiva de dos personas, hombre y mujer, Dios proveyó una contraparte exclusiva para la humanidad, para compañía, intimidad, afinidad, placer sexual. Dos seres creados en igualdad de alma y esencia, siendo la única diferencia el rol y función que Dios estableció para cada uno.
Todos los planes de Dios para el hombre, incluyendo la relación matrimonial, son para resolver la apelación que Satanás hizo en el conflicto angélico y como la actualización de una necesidad humana. En un acto de gracia y amor, Dios proveyó la necesidad de su criatura.
Dios creó el matrimonio para creyentes en Cristo Jesús y para los que no creen en Cristo Jesús, pero para el creyente el matrimonio conlleva un propósito espiritual, ser testigo en el conflicto angélico. Todas las tardes Dios llegaba al jardín del Edén a platicar con Adán, cara a cara, en esas pláticas Dios le enseñaba a Adán todo lo que éste necesitaba saber.
Adán entendió que su relación con Dios y su vida espiritual tenía que tener prioridad número uno en su vida. Entendió que su cuerpo poseía alma y espíritu. Entendió lo que significaba poseer humildad, sensibilidad y gentileza para la relación con su pareja. Comprendió que para que todo le fuera bien en su vida necesitaba seguir los mandatos de Dios; Dios era el centro de la vida de Adán, y Dios deberá ser el centro de nuestras vidas. La vida espiritual primero y lo demás después.
 
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Matrimonio - Boda Cristianas Evangelicas

Matrimonio - Boda Cristianas Evangelicas


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Los cristianos creemos que el matrimonio fue creado por Dios para el bienestar de los seres humanos y la continuación de la humanidad. Dentro del matrimonio Dios creó la institución perfecta de la familia. En las familias cristianas los hijos nacen del amor mutuo entre los esposos y son acogidos con alegría. La misión de los padres es cuidar y formar a sus hijos como buenos cristianos. De esta manera, las familias participan en la tarea que Dios nos ha encomendado. Esta es la de evangelizar, difundir la palabra, diciendo que Dios nos ama y que su reino está entre nosotros. Es importante que Dios sea la base de cada familia. La familia cristiana que prescinde de Dios en el matrimonio suele acabar mal. Si la vida conyugal no se basa en el amor a Dios y en el amor mutuo, se puede trasformar en una vida egoísta. San Pablo, en una de sus cartas a los Corintios, les dice que el amor verdadero no debe ser egoísta. Por el contrario, debe complacerse en el bienestar y felicidad de los otros. Demostrará ser un buen cristiano el que no guardar rencor a su cónyuge ni a los hijos. Cuando hay desacuerdos se deben aclarar los problemas lo antes posible y perdonar.


Vivimos en una sociedad materialista que nos trata de convencer que las desavenencias se olvidan con un regalo. Sin embargo, está más que comprobado que no es así. Los desacuerdos se deben solventar hablando sobre el tema y demostrando que el amor vence los obstáculos e incluso suaviza los caracteres diferentes. Un matrimonio verdaderamente cristiano dará paz y confianza a los cónyuges y a los hijos. Cada uno de los cónyuges deberá preocuparse más del otro que de uno mismo. Y se apoyarán mutuamente el uno en el otro. Las buenas maneras y la comprensión podrán dar alegría y paz dentro del matrimonio.


La iglesia nos dice que Dios tendrá que estar presente en el matrimonio. Y ambos cónyuges se esforzarán para que Dios presida el hogar. La oración es muy importante en él. Los esposos deberán ir juntos a la Misa del domingo. Y cuando vengan los hijos deberán ir con ellos, dando ejemplo, con su constancia, de su amor a Dios. Será también muy eficaz rezar en la casa con los hijos recordando el proverbio que dice: "familia que reza unida, permanece unida".


Los hijos son el don más precioso que Dios da al matrimonio. En los hijos, los padres hallan el reflejo de su amor. Recuerden siempre que cada hijo es único, que aunque traen problemas, los hijos siempre son hijos, a pesar de todo.


Es importante que los que van a formar una familia, como ustedes ahora, vean honestamente la misión de la familia. Dios nos ha creado por amor y para el amor. Precisamente en la familia debe perdurar el amor y el respeto mutuo. La Biblia nos relata que en el Paraíso Dios creó el matrimonio como un sacramento natural. Cuando vino Jesucristo al mundo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento divino. Cristo lo convirtió en un sacramento sobrenatural, en un signo externo de la gracia de Dios que reciben los esposos al contraer el matrimonio sacramental. Dios dará a cada uno de ustedes, si le siguen con fidelidad, la gracia necesaria para crecer y madurar en el amor, en la responsabilidad, y en la entrega total. Podrán superar el cansancio, las tensiones, incluso las desilusiones que puede traer la convivencia diaria.


Pero no tengan miedo. Formen su familia en la gracia de Dios y déjense llevar por su amor. La Iglesia estará siempre con ustedes. Les ayudará con sus oraciones. Que Dios les bendiga en este matrimonio y les concede la paz y el amor que todo ser humano merece, especialmente ustedes que van a formar su nuevo matrimonio en Dios.
 
Queridos N. y N., vienen ante el Altar del Señor a contraer el matrimonio. Así ha llamado la Iglesia desde el principio a la vida íntima de comunidad y amor conyugal en que un hombre y una mujer dejan a su padre y a su madre, a sus amigos y toda su vida anterior para “formar una sola carne”. (Mt 19,5) La decisión libre y personal que han adoptado es la misma adoptada por muchas otras parejas a través de los siglos. Es un compromiso de amor. Ustedes se aman mutuamente y quieren seguir amándose el uno al otro para siempre. Por esta razón desean entregarse el uno al otro plenamente y sin condiciones hasta que la muerte les separe.
Darse mutua y exclusivamente es la experiencia clave para comprender el misterio del amor que actúa de forma única en el matrimonio. Desean dar todo lo que son y tienen incluyendo sus personas, sus cuerpos, sus almas, y sus corazones. O sea, toda la vida, por toda la vida, con gratuidad y generosidad. De su mutua donación probablemente surgirá el don de nuevas vidas, el don de los hijos. Así es el amor conyugal auténtico cuando se manifiesta en la vida de los cristianos. El amor conyugal cristiano es un amor dispuesto a dar todo a favor de los hijos, fruto de sus entrañas. Ustedes se han decidido unirse en matrimonio para que este amor gratuito y fecundo abunde en su vida. San Pablo nos dice en su Carta a los Corintios cual es el secreto de ese amor: “el amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”. (1 Cor 13, 4-8)
¿Es posible que existe amor como este? El mundo en que vivimos nos dice que no. Nos dice que en la vida matrimonial y familiar cada miembro de la familia tiene el derecho de aislarse de los otros, de tratar de superar a los otros, de ser el más importante. Pero Dios nos dice que esto no es la manera que actúan los que dicen que son sus seguidores. Dios es amor. Dios es el amor creador y redentor. Y Dios ha creado al ser humano, hombre y mujer, para participar en su plan de amor y de vida, de felicidad eterna y gloria. Sin embargo, el mundo en que vivimos trata de separar el amor de la vida conyugal. Trata de frustrar el matrimonio olvidándose que este es la creación de Dios mismo y no un invento de la raza humana. Dios Padre mismo creyó el matrimonio en el Jardín de Edén como un sacramento natural. Pero era el Señor Jesús quien lo santificó, naciendo en el seno de una familia. El amor de Cristo Crucificado y Resucitado sostiene, reconforta, anima y eleva el amor matrimonial de los esposos cristianos. Lo convierte en un sacramento sobrenatural, en un signo externo de la gracia de Dios que reciben los esposos al contraer el matrimonio sacramental. Dios dará a cada uno de ustedes la gracia necesaria para crecer y madurar en el amor, para triunfar sobre cualquier tentación, para superar el cansancio, la debilidad y la desilusión que a veces acecha a los matrimonios cuando tratan de sintonizar sus vidas fielmente con el amor de Dios.
¡Pero no tengan miedo! Abren sus vidas a la gracia de Dios y déjense llevar por el amor que tiene para ustedes. El plan de Dios sobre sus vidas se revelará poco a poco. Les permitirá llenar sus vidas de un sentido definitivo -el de la fecundidad y de la felicidad- a través de su matrimonio. ¡No tengan miedo! No están solos. Todos sus familiares y seres más queridos están a su lado dispuestos a darles ayuda y acompañarles en este camino que han emprendido. También estará con ustedes esta comunidad cristiana. Les acompañaremos con nuestras oraciones. La oración constituye el tesoro más valioso de la Iglesia de Cristo. Que Dios les bendiga en este matrimonio y les concede la paz y el amor que merecen todos los matrimonios cristianos.

Nosotros, como cristianos, creemos que el matrimonio fue creado por Dios para el bienestar de los seres humanos y la continuación de la humanidad y que dentro del matrimonio Dios dispuso la institución perfecta de la familia. En la familia cristiana los hijos nacen del amor mutuo entre los esposos y son acogidos con alegría. La misión de los padres de familia es cuidar y formar a sus hijos como buenos cristianos. De esta forma todas las familias participan en la tarea que nos dejó a todos el Señor – la de evangelizar - o sea, la de difundir la buena noticia que Dios nos ama y que su reino está entre nosotros. Por eso es muy importante que Dios sea la base de todas las familias. La familia cristiana que prescinde de Dios en el matrimonio suele acabar mal. Cuando el amor conyugal no se basa en el amor a Dios la vida conyugal puede ser trasformada en una vida egoísta. Por eso, en una de sus cartas a los Corintios San Pablo les dice que el amor verdadero no puede ser egoísta, sino que debe complacerse en el bienestar y felicidad de los demás. Un buen cristiano no puede guardar rencor a su cónyuge ni a sus hijos. Los desacuerdos se deben perdonar lo antes posible.


La sociedad materialista en que vivimos muchas veces nos trata de convencer que es necesario mostrar nuestro amor con regalos de gran precio. Sin embargo, no es así. El amor sólo consiste en pensar en los demás. El matrimonio verdaderamente cristiano es el que da paz y confianza. Cada uno de los cónyuges se preocupa del otro y se apoya completamente en el otro. A veces una frase amable, junto con una sonrisa, da alegría a los que nos rodean. Y es que la felicidad matrimonial no consiste en tener mucho dinero sino en tener mucho respeto y mucho amor. El matrimonio cristiano es signo de amor y de unión de Jesucristo con nosotros, con su iglesia. La fidelidad de Cristo, confirmada con su muerte por nosotros en la Cruz, debe ser el modelo para el amor de los esposos que deben permanecer unidos "hasta que la muerte los separe".


La iglesia nos dice que Dios debe estar presente en todos los matrimonios. Y son los dos cónyuges los que hacen que Dios presida en su hogar. Por eso es muy importante la oración en el matrimonio. Los esposos deben ir juntos a misa todos los días que sea posible. Deben rezar juntos algunas oraciones y también deben rezar con sus hijos. Un antiguo proverbio dice: "la familia que reza unida, permanece unida".


Los hijos son un don de Dios y un fruto precioso del matrimonio. Ustedes, con la gracia de Dios que van a recibir en este sacramento de Matrimonio, cooperarán con Él en la transmisión de la vida: tanto la vida natural, como la vida sobrenatural. En los hijos, los padres encuentran un reflejo de su amor y de la unidad de su unión matrimonial. Siempre deben recordar que cada niño es único y que los hijos siempre son hijos, pase lo que pase.


Conviene que todos tengamos muy clara la misión de la familia, el designio de Dios para ella. Hemos sido creados por amor y para el amor. El amor es el fundamento de la familia. La Biblia nos dice que en el Paraíso Dios Padre creó al matrimonio cómo un sacramento natural, al crear el hombre y la mujer. Luego su Hijo Jesucristo elevó el matrimonio a la dignidad de sacramento divino. Por eso decimos que el matrimonio no sólo consiste en la ayuda mutua y el remedio a la soledad humana, sino del afecto sereno, la entrega mutua, la confianza sin reserva, y la fidelidad a quien se ama.


La gracia del Espíritu Santo viene a todos los que celebran el Matrimonio dentro de la Iglesia. Hace posible que los esposos cumplan los fines del matrimonio: el amor y la ayuda mutua, la procreación y la educación de los hijos. Esta gracia que van a recibir hoy y durante toda su vida matrimonial, les fortalecerá. Pero, como todas las familias, su familia necesita el apoyo de toda la comunidad para crear un clima de amor, de comprensión y de confianza. Esta comunidad parroquial les acoge cómo una nueva familia cristiana. Nos comprometemos a apoyarles si necesitan ayuda. Que el Señor derrame sobre ustedes su gracia y que sean siempre felices en su amor.
 
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